Realmente vivo
Como era la semana después de la Pascua, nuestro hijo de cinco años, Wyatt, había oído mucho sobre la resurrección. Siempre tenía preguntas, que generalmente nos dejaban sin respuesta. Yo estaba conduciendo y él iba en su silla detrás de mí. Miraba por la ventanilla, sumido en pensamientos. «Papi —dijo, haciendo una pausa y preparándose para una pregunta difícil—. Cuando Jesús nos haga vivir de nuevo, ¿vamos a estar realmente vivos o solo vivos en nuestra cabeza?».
Esto cambia todo
Jeroslav Pelikan, una de las «autoridades destacadas sobre la historia del cristianismo», publicó más de 30 libros y ganó el valorado Premio Kluge por sus numerosas obras. Sin embargo, uno de sus alumnos comentó lo que consideraba las palabras más importantes de su profesor, dichas antes de morir: «Si Cristo resucitó, nada más importa. Y si Cristo no resucitó… nada más importa».
Una vida de integridad
Abel Mutai, un corredor de Kenia que competía en una extenuante carrera a campo traviesa, iba primero a metros de la victoria. Confundido por los carteles y pensando que ya había cruzado la línea de llegada, se detuvo. El corredor que iba segundo, Iván Fernández Anaya, vio su error, y en lugar de aprovechar para pasarlo, extendió el brazo y lo guio para que ganara la medalla dorada. Cuando los reporteros le preguntaron por qué había perdido intencionalmente la carrera, insistió en que Mutai merecía ganar, no él: «¿Qué mérito tendría mi victoria? ¿Qué honor implicaría esa medalla? ¿Qué pensaría mi madre?». Como dijo un periodista: «Anaya prefirió la honestidad a la victoria».
La alegría de una buena noticia
En 1964, un gran terremoto de magnitud 9.2 hizo temblar Alaska durante cuatro minutos. En Anchorage, manzanas enteras desaparecieron, dejando cráteres y escombros. Durante esa aterradora noche, la reportera Genie Chance daba mensajes por radio a la gente desesperada: un obrero escuchó que su esposa estaba viva; familias angustiadas oyeron que sus hijos, en un campamento, estaban bien; una pareja se enteró de que habían encontrado a sus hijos. La radio no dejaba de dar buenas noticias… pura alegría en medio de las ruinas.
El poder del amor
Dos octogenarios, él de Alemania y ella de Dinamarca, eran una pareja insólita. Cada uno había disfrutado 60 años de matrimonio, antes de enviudar. Aunque vivían a solo 15 minutos de distancia, sus casas estaban en países distintos. Aun así, se enamoraron y pasaban tiempo juntos. Lamentablemente, en 2020, por el coronavirus, el gobierno danés cerró la frontera. Sin intimidarse, todos los días a las tres de la tarde, se reunían para hacer un picnic en un espacio tranquilo, sentado cada uno de su lado. «Estamos aquí por amor», explicó el hombre. Su amor era más fuerte que las fronteras, más poderoso que la pandemia.
Mortalidad y humildad
Los eruditos Jerónimo y Tertuliano relataban que, en la antigua Roma, cuando un general lograba una victoria épica, desfilaba en un carro reluciente por el centro de la capital, desde el alba hasta el atardecer. La multitud rugía, mientras el general disfrutaba de la adoración. Pero la leyenda señala que un siervo iba parado detrás de él todo el día, susurrándole: Memento mori («Recuerda que morirás»). En medio de toda la adulación, necesitaba la humildad que venía de recordar que era mortal.
Una inversión absurda
En 1929, cuando la economía estadounidense colapsó, millones de personas perdieron todo. Pero Floyd Odlum no. Cuando todos vendían sus acciones a precios sumamente bajos, Odlum pareció actuar como un necio al comprarlas, pero esa «perspectiva» necia dio su fruto al generar enormes inversiones que duraron décadas.
Rescatado de enemigos poderosos
En 2010, George Vujnovich recibió la estrella de bronce por organizar uno de los esfuerzos de rescate más grandes de la Segunda Guerra Mundial. Hijo de inmigrantes serbios a Estados Unidos, se había alistado en el ejército de Estados Unidos. Cuando llegó la noticia de que pilotos estadounidenses derribados estaban siendo protegidos por rebeldes en Yugoslavia, Vujnovich regresó a la tierra de su familia para buscarlos. Los dividió en pequeños grupos y les enseñó a mezclarse con los serbios. Después, fue llevándolos a aviones que esperaban en una pista de aterrizaje en medio del bosque. Así rescató a 512 hombres eufóricos.
Una gran luz
En 2018, doce muchachos tailandeses y su entrenador de fútbol entraron en una cueva, con la intención de disfrutar de una tarde de aventura. El crecimiento inesperado del agua los forzó a ir cada vez más adentro, y pasaron dos semanas y media antes de que unos equipos de buceo, resistidos por el agua, pudieran rescatarlos. Entretanto, pasaron horas sentados sobre unas pequeñas rocas en medio de la oscuridad, con solo seis linternas parpadeantes y la esperanza de que alguna luz —y ayuda— apareciera.
Poderoso y lleno de amor
En 2020, el volcán Sangay, en Ecuador, erupcionó. La BBC detalló: «la oscura columna de humo alcanzó una altura de más de 12.000 metros», y cuatro provincias (unos 800 kilómetros cuadrados) quedaron cubiertas de cenizas y hollín. El cielo se puso gris y sombrío; el aire era sofocante y hacía difícil la respiración. El granjero Feliciano Inga describió la escena en el periódico El Comercio: «No sabíamos de dónde venía todo ese polvo […]. Vimos que el cielo se oscurecía y tuvimos miedo».